Friday, December 21, 2012

Resumen del cuento: La santa


   Margarito Duarte, de los Andes colombianos, tiene una historia increíble. Se casó con una bella mujer que murió un poco después por el parto de su hija. La hija, más bella que la madre, murió a los siete años de fiebre. Mucho tiempo después, hubo de mudar el cementerio a otro lugar. Margarito desenterró los huesos de sus muertos para llevar los. La madre era polvo, pero la niña permanecía intacta después de once años. Hasta las rosas en sus manos habían mantenido su olor, y el cuerpo carecía de peso. Centenares de curiosos vinieron para ver este prodigio. No había duda de que la niña era una santa. Por eso, Margarito Duarte fue a Roma para que el Vaticano comprobara su caso.

   Inmediatamente después de su llegada a Roma, Margarito Duarte empezó sus gestiones de obtener comprobación de que su niña muerta era una santa. En su paso, encontraba muchos aplazamientos y obstáculos. La época no era propicia porque todo era postergado hasta el Papa se repuso de un crisis de hipo, después de que, fue a sus vacaciones. Margarito acudió a su primer discurso, esperando que podía mostrarse la santa. Pero el Papa sólo pronunció un discurso corto y salió. Entonces, Margarito fue al Secretaría de Estado para mostrarse la santa. Pero nadie allí prestó atención a él, algunos empleados miró a la santa sin interés, y alguien dijo que había sido tantas solicitaciones en el pasado para verificar santas como ésta. 

   Durante un año viviendo en Roma, en sus horas libres, Margarito leía libros sobre el asunto suyo. Salía muy temprano con el estuche con la santa y regresaba muy tarde, exhausto y triste, “pero siempre con un rescoldo de luz que le infundía alientos para el día siguiente”. Maria Bella y Antonieta eran las mujeres cariñosas de la pensión donde vivían Margarito, el narrador, y el tenor Ribero Silva. Cada mañana Ribero Silva se despertaba muy temprano, se arreglaba, y se entregaba a sus ejercicios de cantar. El propósito fue que el león del zoológico contestara a su “do de pecho” con su rugido pavoroso. 

   Margarito empezó a integrarse en el grupo de la pensión, y comía a la mesa con todos en vez de comer en la cocina como antes. Después de la cena, cada noche Maria Bella se leía los periódicos a los hombres para que se acostumbraran a la fonética italiana. Una noche, ella se explicó sobre un museo de cadáveres incorruptos como la santa. Este noticia inquietó a Margarito mucho y insistió que ellos fueran. En el museo, Margarito sólo dio una mirada corta para obtener un juicio de consuelo. Dijo que ésos no eran el mismo caso porque era evidente enseguida que estaban muertos. 

   Un día los tres hombres fueron a la ciudad para conocer el león. Al instante que el león vió a ellos, empezó a rugir, y por lo visto, era Margarito hacia estaba rugiendo. Nadie podía explicarlo. Afuera del parque Margarito se disfrutó hablar con unas putitas de alquiler y se lo ocurrió a Ribero el idea de remediar el soledad de Margarito. Un día entonces, trajo una de esas mujeres a la pensión para pasar una hora con Margarito. Completamente desnuda, ella entró en su cuarto y se tendió en su cama, pero Margarito se sentó a su lado en una silla y trató de empezar una conversación. A ella piensa que él era muy bien comportado y ofreció a quedar por cuanto tiempo que él quisiera. 
   
   Ella vió al estuche de la santa y le preguntó si era un saxofón. Él no dijo nada pero lo destapó. Ella trató de decir algo pero no pudo y se escapó despavorida del cuarto. En el corredor se tropezó con Antonieta, y era el susto de ambas, porque después, Antonieta fue al cuarto del narrador del cuento, y él le preguntó que había ocurrido. Ella dijo que había acabar de ver una aparición, que hacía muchos años durante la guerra, un oficial aleman degollo a su amante en el cuarto en que vive el tenor, y a veces Antonieta vea a la bella asesinada, “recogiendo sus pasos en los corredores”. 

Análisis de los personajes en el primer cuento


   Los dos personajes principales del cuento son el presidente y Lázara. Homero es un personaje importante, pero él es un constante y no cambia mucho, pero los otros experimentan cambios de personalidad y como parecen al lector. 

   Al principio, el presidente parece triste, aislado, y tacaño. Siempre está solo, absorto en sus pensamientos en el parque o contemplando los atardeceres, y siempre pensando en la muerte. Roba flores en vez de comprarlas, y deja una propina mezquina en el restaurante. Tenía ínfulas de una aristócrata y parece que él sólo quería ahorrar su dinero para su mismo.

   Cuando nos damos cuenta de que el presidente es pobre, todas las cosas tacañas que hizo no parecen así. Sentimos compasión por el hombre viejo, quien por lo visto, ha vivido su vida desterrada sin desgracia, sino vivía digna y noble. No había preguntado ayuda de nadie hasta el momento en que ofrece las joyas a Homero. Casi, el presidente vivía en la pobreza con menos vergüenza que Lázara, la que había cambiado todo en su casa para no parecer tan pobre para la visita del presidente y la que trataba de conseguir dinero de alguien, lo que casi no conocía. 

   Por lo visto, el presidente es la imagen de la dignidad de la pobreza. En la misma situación dudo que yo pueda vivir como si no tuviera arrepentimientos. Es una gran caída descender de la clase más alta en la sociedad sin limitación, a un refugio viejo y enfermo que vive en un solo cuarto y que ha gastado todo su dinero. Más aún, perdió tanto una esposa como su único hijo, y quedaba solo en su exiliado. Si yo fuera el presidente, estaría enojado con el mundo y no estoy seguro de que pudiera continuar la vida con la cabeza bien alta. Es obvio que el presidente es un poco solemne, pero es fuerte de espíritu y puede disfrutar lo que permanece en la vida, como el café, o como Homero lo vio una vez, “bajo la primera llovizna, sin abrigo ni paraguas, haciendo la cola con los estudiantes para un concierto de Rubinstein” (30).

   Los pasados de su vida han formado la vida presente para el presidente. Él sabe que parte de su campaña aborrecible era la culpa suya y parte no era la suya. Sabe que la gente lo odia y piensa que él es un hombre terrible. Por eso, el presidente dijo que, “la mayor victoria de mi vida ha sido lograr que me olviden”. Pero, el no odia a si mismo por lo que ocurrió en el pasado. Acéptalo y continua con su vida, tratando de disfrutarla como pueda. Es de notar de que durante todo el cuento, no sabemos el nombre del presidente. No lo tiene. Él es la que quisiera ser, una fantasma, perdida a las memorias de todos.

   Aunque él envejecía y era más débil al fin del cuento después de la operación, el presidente se animaba mucho también. Parece más vivido porque volvió a hacer las cosas que le gustaron y los que no son bien saludables como comer la carne, beber el café, tomar el ron, y fumar los cigarrillos. “No se sentía mejor, por supuesto, pero tampoco peor” (47). Volvió el dolor pero ésta vez, no le hizo caso, y “decidió vivir la vida como viniera”. Bebió el café, pero no escrutó el fondo de la taza para predecir su destino. Es posible que era la falta de esas cosas gozadas que le hizo enfermo al principio. Quizás éste es un mensaje de Marquéz que sólo vivimos una vez, y puede ¡empeñarse a vivir o empeñarse a morir!

   Lázara al principio, era una persona muy dura y severa, y parece obsesionada con el dinero y era muy cruel y implacable con el presidente. Está ciega a la realidad que lo no es un aristócrata rico, y solo vea el presidente como quiera: alguien que tenga lo que ella y su familia no tienen, y que viva una vida sin preocupaciones como la falta de dinero. El dinero es lo que se hace Lázara odiar al presidente y lo que separa las dos personas al principio. Cuando Homero y Lázara descubren que el presidente es verdadero pobre, ella tiene un cambio de corazón casi instantáneo. Sus motivos cambian a ayudar este pobre viejo, lo que vive en condiciones peores que ella. Tomó su ropa mojada del cuarto “sin consultárselo y se la llevó para secarla y plancharla en la casa” (44). Este acto callado era un de entendimiento y compasión profundo.

   La cosa que me conmovió más era el cambio de sentido de Lázara con el presidente y la preocupación ella tuvo por él. Después de la operación el presidente era tan vulnerable, perdiendo su pelo y sin capaz de caminar, y “Lázara se quedaba a dormir a su lado para ahorrarle el gasto de una enfermera nocturna. Uno de los enfermos el cuarto pasó la primera noche gritando por el pánico de la muerte. Aquellas veladas interminables acabaron con las últimas reticencias de Lázara” (45). La realidad de la situación le hace pensar Lázara en lo que es más importante que el dinero: la compasión. Se dio cuenta de que es más importante cuidar de alguien que necesita ayuda, más que vale el dinero.

   Pienso que ella se vio su vida de un perspectivo diferente después de conocía el presidente. Sí, ellos estaban pobres pero tenían uno al otro. El presidente tenía nadie, entonces, necesitaba ayuda más que ellos. Al menos, Homero tenía un empleo, el presidente no. Lázara tenía vecinos que darían prestas sus cosas, los vecinos del presidente eran “emigrantes asiáticos y mariposas de la noche” (29) en un barrio triste, y más aún, mucha gente que le conocía, le odia. Finalmente, el presidente ya está cerca al fin de su vida, y Lázara se da cuenta que aterrador es la muerte inminente. A ver como vive alguien con menos recursos y menos tiempo para vivir, es seguro que Lázara vea su propia vida con más agradecimiento que antes. 

Resumen del cuento: Buen viaje señor presidente


   Había un presidente, exiliado de su país y viviendo en Ginebra, quien estaba muy viejo y tenía una enfermedad muy seria. Un día ventoso del comienzo del otoño, el presidente fue al hospital donde un médico le explicó que finalmente ha descubierto la razón para su dolor y precisó que requiso una operación arriesgada y cara. El presidente salió del hospital tratando de digerir esta mala noticia y fue a una cafetería donde pidió una botella de agua de Evian y una taza de café. Había renunciado el hábito de café hacía muchos años pero este día lo bebió porque sabía que la muerte está cerca, y no necesitaba preocuparle tanto con la salud.

   Se sintió entonces como alguien estaba mirándole y vio un hombre pálido y sin afeitar quien apartaron los ojos para que la mirada no tropezara con la suya. El presidente terminó leer su periódico y salió de la cafetería con indiferencia. Muy pronto, se sintió los pasos detrás de los suyos y detuvo en la mitad de la calle. Se enfrentó con el hombre y era muy genial con él. El hombre dijo que trabajaba en el hospital y que era del mismo país que el presidente. Lo invitó a almorzar en un restaurante caro. El hombre le explicó que había participado en su campaña electoral y que había estado esperando un buen momento para se le introducir. Pidieron buey al carbon y vino tinto, y charlaron. Después del almuerzo, el hombre, Homero, lo invitó al presidente a cenar en su casa con su esposa, quien prepararía arroz de camarones. 

   Por lo visto, el propósito inicial de Homero, no era tan inocente. Le había estado persiguiendo al presidente por mucho tiempo para encontrar un momento a hablar y ganar el favor de él, para que pudiera preguntarle para dinero porque era tan pobre. Cuando Homero regresó a su casa y le dijo a su esposa Lázara lo que pasó, ella estaba enojada porque no había preguntado nada del presidente, y estaba más enojada cuando Homero dijo que había invitado al presidente a cenar con ellos. Lázara pidió prestado muchas cosas de sus vecinos para prepara la casa para la cena. Cambió las cortinas para unas nuevas que solo usaron para las fiestas, quitó los cubiertos de los muebles, arregló todo para conmover el presidente con el decoro de la pobreza. La cena era mas o menos agradable, pero a Lázara, ella no le gustaba el conducto del presidente. A ella, le parece falso, insolente, y tacaño.
Después de un tiempo, los maridos descubrieron que en realidad, el presidente era más pobre que ellos, y él necesitaba ayuda a pagar los gastos médicos. Les dio unas joyas, las que son las últimas cosas que le quedaron al presidente, y les preguntó a ayudarle a venderlas. Lázara estaba conmovido con la compasión cuando vio las condiciones en que el presidente vivía. Ella llevó las joyas a una tienda que las compraría y descubrió que la mayoridad no valían nada, salvo unas especiales. Sin embargo, obtuvo suficiente dinero para pagar los gastos médicos. 

   El presidente se sometió a la operación, y después está muy débil--perdiendo su pelo y sin capaz a caminar. Lázara quedó a su lado durante las noches en el hospital, y al cabo de alta, los maridos instalaron el presidente en un cuarto de la casa suyas. Poco a poco se mejoraba pero era diferente. Tenía miedo del frío, y con el invierno tan inminente, decidió salir de Ginebra para una clima mas agradable. Despidiéndole en la estación del tren, Homero se dio cuenta de que el presidente había olvidado su bastón. Homero lanzó el bastón, y “lo último que vio Lázara fue la mano trémula estirada para atrapar el bastón que nunca alcanzó, y el guardián del tren que logró agarrar por la bufanda al anciano cubierto de nieve, y lo salvó en el vacío. Lázara corrió despavorida al encuentro del marido tratando de reír detrás de las lágrimas. -Dios mío -le gritó-, ese hombre no se muere con nada.”  

-Yo dejé la última frase citada porque es mi parte favorito de todo el cuento. La imaginería que Marquez nos deja es muy tierna--feliz y triste al mismo tiempo. La amistad que creció entre el presidente y los maridos era imprevista pero necesaria. El desarrollo de cada uno de los personajes con la compasión me conmovió mucho.